La perfecta mediocridad
Buscar la palabra correcta, el momento indicado, que las estrellas se alineen lo suficiente para que el instante sea perfecto, me volvió un completo idiota. Entre todas las definiciones que no quería ser, me convertí en un mediocre. Buscando lo perfecto, como si tenerlo o llegar a encontrarlo me devolviera la felicidad, me hice preso de mis deseos más internos y perdí grandes oportunidades por desear que todo estuviera bajo control. Pero en el control no hay emoción. Perdiendo la dicha de la incertidumbre, el hombre deja de vivir. Cuando uno se permite soñar, se permite salir del control, porque en todo aquello que anhelamos, en un más allá, es la incertidumbre lo que lo domina, y en todo aquello que no se sabe, vive el asombro. Esclavo del perfeccionamiento, dejé de soñar. El miedo se apoderó de todo aquello que atesoraba, hasta perderme en el vasto vacío que hay en el simple sobrevivir. ¿Qué soy si no me permito sentir? El alma puede expresar cuánto desea que le permitan errar, ...